El primer ministro del país africano, de 43 años, impulsó grandes reformas sociales y económicas.
"Este es un premio para toda Africa, para Etiopía", aseguró, emocionado, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, al enterarse de que fue el elegido para quedarse este año con el Nobel de la Paz. Artífice de la asombrosa reconciliación entre su país y Eritrea y de reformas que quieren transformar radicalmente a esta nación africana, se confesó "abrumado, honrado y feliz" con el galardón.
Ahmed, de 43 años, creció en una familia humilde y terminó convirtiéndose en jefe de los espías, antes de iniciar unos profundos cambios en su país que generaron esperanzas, pero también rechazo.
Desde que tomó las riendas del segundo país más poblado de África, en abril de 2018, Abiy Ahmed hizo temblar hasta los cimientos de un régimen anquilosado tras más de 25 años de ejercicio autoritario del poder, modificando las dinámicas del Cuerno de África.
Apenas seis meses después de su investidura, firmó la paz con la vecina Eritrea, liberó a miles de disidentes, pidió perdón por la brutalidad estatal y recibió con los brazos abiertos a miembros de grupos exiliados que sus antecesores habían calificado de "terroristas".
Recientemente, desarrolló su programa de apertura de la economía, ampliamente controlada por el Estado, y actualmente invierte todos sus esfuerzos para que las elecciones legislativas, que promete inclusivas, se celebren en mayo de 2020.
De este modo, el joven dirigente se puso en una situación delicada, según advierten los analistas. Sus medidas estrella son demasiado radicales y repentinas para la vieja guardia del antiguo régimen, pero no suficientemente ambiciosas y rápidas para una juventud ávida de cambio y de perspectivas de futuro.
Su apertura también liberó las ambiciones territoriales locales y viejas discrepancias intercomunitarias que desencadenaron unas mortíferas violencias en varias regiones del país.
Por su parte, los simpatizantes de Abiy confían en su inagotable ambición personal para hacer que el país avance.
"Siempre les dije a mis amigos: cuando este tipo llegue al poder, verán enormes cambios en Etiopía", reconoce un allegado al primer ministro, el empresario Tareq Sabt.
Hijo de padre musulmán y madre cristiana, nacido en Beshasha, una pequeña comunidad del centro-oeste, Abiy Ahmed "creció durmiendo en el suelo" en una casa que no tenía ni electricidad ni agua corriente.
"Íbamos a buscar agua al río", relató en una entrevista concedida en septiembre a la radio Sheger FM, en la que contó que no descubrió la electricidad ni el asfalto hasta los 10 años.
Cuando era adolescente, se implicó en la lucha armada contra el régimen del dictador Mengistu Haile Mariam. El joven Abiy, operador de radio, aprendió entonces por necesidad el idioma de los tigray, grupo étnico mayoritario en esta lucha y que formó el núcleo duro del régimen tras la caída de Mengistu, en 1991.
Abiy empezó entonces a ascender en el seno de la coalición en el poder, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), primero en el aparato de seguridad, y luego del lado político.
Subió escalones en el ejército hasta que obtuvo el grado de teniente coronel, y en 2008 fue uno de los fundadores de la Agencia Nacional de Inteligencia (INSA), que dirigió de facto durante dos años. En 2010, cambió el uniforme por el traje de político, convirtiéndose en diputado del partido oromo, miembro de la coalición en el poder y, en 2015, pasó a ser ministro de Ciencia y Tecnología.
El Papa Francisco recibió al premier de Etiopía, Ahmed Abiy, en enero de este año en el Vaticano. /AFP
A finales de ese mismo año, un movimiento de protestas antigubernamentales fue ganando amplitud en el seno de las principales comunidades del país, los oromo, a la que pertenece Abiy Ahmed, y los amhara.
Aunque el movimiento fue violentamente reprimido, terminó sacando del poder al primer ministro Hailemariam Desalegn, símbolo de una coalición incapaz de aportar respuestas a las aspiraciones de la juventud. El EPRDF designó entonces a Abiy Ahmed para solucionar la situación, convirtiéndolo en el primer oromo en ser jefe del gobierno.
"Es el único que podría salvar el EPRD", explica Mohamed Ademo, un periodista que acompañó a Abiy durante su primera visita a la diáspora etíope en Estados Unidos, en 2018.
Una vez en el poder, Abiy multiplicó las iniciativas a nivel regional. Además del espectacular acercamiento a Eritrea, desempeñó un importante papel de mediador en la crisis política sudanesa e intentó revitalizar el frágil acuerdo de paz sursudanés.
Queda por saber si estos pasos serán finalmente exitosos.
"Abiy tuvo éxito en materia de política exterior, pero tuvo una forma de optimismo imprudente procedente del extranjero por el cual cree que puede transformar el Cuerno de África", señala James Barnett, especialista en África oriental en el grupo de reflexión American Enterprise Institute.
"El Cuerno es volátil. Dudo que un único líder pueda acabar con décadas de recelos y luchas de influencias", agrega.
El próximo desafío de peso del dirigente será la organización de elecciones libres y justas que, en caso de victoria, le darían la legitimidad de las urnas.
También queda esperar que no se vea atrapado por las enemistades suscitadas por sus reformas, las violencias comunitarias y los importantes movimientos en el seno del aparato de seguridad.
Fuente: AFP