Son los que nacieron entre comienzos de los ‘80 y fines de los ‘90. Según una encuesta, los que padecen este sentimiento son el doble que en la generación de sus padres y abuelos.
Martes, 1 de Octubre de 2019
Nacieron entre los primeros años de la década del 80 y mediados de los 90. Los más grandes se acercan a los 40 y se acuerdan del día que les regalaron su primer walkman. Se acuerdan de que rebobinar un casete con birome ahorraba pilas. Los más jóvenes tienen alrededor de 25: no jugaron con pantallas portátiles durante la infancia pero muchos de ellos terminaron la escuela secundaria con celular propio. Son millennials, la tecnología se les metió en medio de sus vínculos? y multiplicó por decenas o centenas la cantidad de "amigos", pero se sienten más solos que otras generaciones. El doble, en promedio, que sus padres y abuelos.
Esa es la conclusión principal a la que llega un estudio de la consultora británica YouGov, que encuestó a 1.200 personas en Estados Unidos y que determinó que los millennials se autoperciben más solos que los baby boomers -los hijos de la posguerra, que hoy tienen entre 50 y 70 años- y que la Generación X -que tienen entre 40 y 50 años-.
Según la investigación, el 30 por ciento de los millennials encuestados dijeron que se sienten solos "siempre o con frecuencia". En cambio, los baby boomers que respondieron eso mismo fueron la mitad: el 15 por ciento de ese grupo, que en algunos casos, coincide con el de los abuelos (y en algunos casos también los padres) de los llamados "Generación del Milenio". En el caso de los representantes de la Generación X -en muchos casos, coincidente con los padres de los millennials-, el 20 por ciento de los encuestados de esa edad dijeron sentirse solos "siempre o con frecuencia".
La investigación de YouGov no determina un único motivo por el que los millennials se sienten más solos que otras generaciones, pero sí cita un estudio de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, que establece que cuanto más intensivo es el uso de redes sociales, más síntomas de ansiedad y de depresión pueden surgir y, en ese contexto, mayor sensación de soledad.
"No creo que haya una mayor propensión a la soledad producto de la transformación tecnológica: cada tiempo determina sus estados de ánimo en función de la materialidad disponible en cada época. Lo que sí se producen son desajustes en las generaciones que encarnan el traspaso de una época a la otra", reflexiona el filósofo Darío Sztajnszrajber.
Y suma: "Es cierto que en otro tiempo uno estaba más acostumbrado a un encuentro con el otro con menos intermediación tecnológica. Pero al mismo tiempo la tecnología posibilita contactos antes imposibles que tienen la misma validez en la medida que uno se saque de encima la romantización de que el encuentro con el otro tiene que ser en vivo y en directo. Hay que salirse del paradigma binario de que la tecnología nos brinda una vida mejor o nos hace mierda: la tecnología no es algo exterior, sino un proceso que nos transforma permanentemente".
"Creo que a veces las redes sociales contribuyen a que te sientas solo cuando creés ver demasiado de la vida de otras personas y no te sentís en sintonía con lo que hacen", dice Victoria Pugliese, de 27 años -millennial, entonces- y estudiante de música. "También puede hacerte sentir más solo si de repente te enfrascás en el teléfono en el medio de una reunión. Yo si siento que el celular en ese momento tiene más para ofrecerme que lo que ocurre a mi alrededor, me quedo mirando. Pero de repente escuchás que todos se ríen en esa reunión y te das cuenta de que te perdiste de algo". "Estar en las redes sociales requiere no sólo un know-how digital, sino también know-how emocional: no es lo mismo que haya likes o no en una publicación si ahí se depositaron expectativas que confirmen el amor propio. Si eso no se confirma puede generar frustración y esa sensación de soledad", describe el antropólogo social Alejandro Grimson. "La abundancia de interacciones virtuales puede generar una primera sensación de estar acompañados, en red. Esa es una sensación real, pero luego sobreviene la noción de que estar en contacto con alguien no es equivalente a estar juntos", agrega.
Aracoeli Begega tiene 27 años -como Victoria, también es millennial- y dedica, en promedio, unas dos horas por día a usar Instagram. "Soy muy activa en redes, miro mucho, publico muchas stories. En general, interactúo con gente que conozco en la vida real, pero sí me ha pasado de interactuar con alguna persona que sea buena onda a través de Instagram y que después ves en algún lado y nada. Eso me frustró alguna vez", cuenta. "Hay que regular la expectativa que ponés ahí: conozco gente que, aunque una storie vaya a borrarse automáticamente 24 horas después de publicarse, la baja si nadie les responde. No se bancan ese silencio", suma.
"Estar en las redes sociales requiere no sólo un know-how digital, sino también know-how emocional: no es lo mismo que haya likes o no en una publicación si ahí se depositaron expectativas que confirmen el amor propio. Si eso no se confirma puede generar frustración y esa sensación de soledad", describe el antropólogo social Alejandro Grimson. "La abundancia de interacciones virtuales puede generar una primera sensación de estar acompañados, en red. Esa es una sensación real, pero luego sobreviene la noción de que estar en contacto con alguien no es equivalente a estar juntos", agrega.
Aracoeli Begega tiene 27 años -como Victoria, también es millennial- y dedica, en promedio, unas dos horas por día a usar Instagram. "Soy muy activa en redes, miro mucho, publico muchas stories. En general, interactúo con gente que conozco en la vida real, pero sí me ha pasado de interactuar con alguna persona que sea buena onda a través de Instagram y que después ves en algún lado y nada. Eso me frustró alguna vez", cuenta. "Hay que regular la expectativa que ponés ahí: conozco gente que, aunque una storie vaya a borrarse automáticamente 24 horas después de publicarse, la baja si nadie les responde. No se bancan ese silencio", suma.
"El traspaso tecnológico de nuestro tiempo genera un movimiento contundente de las instituciones, que siempre son conservadoras y que por eso llegan siempre un poco más tarde a adecuarse a esos cambios. La amistad es una de esas instituciones: hoy se vive un momento de crisis. Hay tensión entre un mundo que cambia materialmente e instituciones pensadas para el mundo anterior", concluye Sztajnszrajber.