Lo dijo el jefe de Gabinete en una columna de opinión para un sitio español. Antes, había repudiado el escrache que sufrió el juez Ricardo Lorenzetti.
En ese escrito, Cafiero advirtió que, con ese mecanismo, "ganan quienes ya poseen poder y no necesitan de la política ni de la democracia, a las que tanto desprecian".
"Diferentes líderes políticos buscan aglutinar y construir liderazgos alrededor de esos discursos de odio otrora dispersos; se edifica un marco de ideas que abarca desde teorías conspirativas, el individualismo extremo y la superioridad racial hasta la negación del discurso científico", explicó.
Es -dijo- "una suerte de terraplanismo político que, cuando observa que los hechos no confirman sus marcos ideológicos, procede a ignorarlos", analizó. En el artículo, titulado "El odio como herramienta de construcción política", Cafiero expresó: "En la era de las redes sociales asistimos a una pauperización espiralada del debate público".
"Los discursos de odio proliferan con velocidad en una suerte de vacío donde el rechazo de quienes se oponen a ellos de buena fe no hace más que amplificarlos. Para aquellos a los que nos resulta inaceptable, debemos pensar nuevas estrategias para combatir la deshumanización intencional a la que nos expone esta violencia", apuntó.
El jefe de Gabinete consideró que "la política en el siglo XXI no debe contaminarse de odio; no puede repetir la historia como si se tratara de ciclos de terror y olvido".
"Sin embargo, en todo el mundo observamos a sectores minoritarios montarse sobre este tipo de violencias para construir poder: la crisis económica generada por la pandemia ha sido, además, aprovechada en pos de sus fines", planteó
"El odio es, entonces, enemigo de uno de los derechos fundamentales de la democracia: la libertad de expresión", consignó Cafiero y agregó: "Así es como estos sectores minoritarios y violentos, desde el anonimato que garantizan las redes, logran visibilidad".
El jefe de Gabinete señaló como una "paradoja" que esos espacios políticos "construyen su comunicación y sus liderazgos como si fueran recién llegados", esto es, "una política sin políticos".
"El discurso de odio hacia los dirigentes, la antipolítica, es el mascarón de proa de una estrategia que busca, como fin último, deslegitimar la democracia. Cuanto más se degrade el debate público menos posibilidades habrá de intercambio plural y democrático. Así es como ganan quienes ya poseen poder y no necesitan de la política ni de la democracia, a las que tanto desprecian", subrayó.