Tanguero de la angustia, cínico, ácido humorista, poeta de la incomprensión, irónico y retratista feroz de una época de cambios totales, Enrique Santos Discépolo, Discepolín para su público, dejó para siempre su impronta en el alma porteña. Y aunque murió hace mucho tiempo, sus letras parecen escritas hoy.
A sus ocho años ya habían muerto sus padres. Su hermano Armando, catorce años mayor, y quien también fuera un destacado dramaturgo y director teatral, se convirtió en su maestro y tutor, y le descubrió la vocación por el teatro. Con él, Discepolín dio los primeros pasos como actor en su adolescencia.
Enrique Santos Discépolo compuso algunas piezas dramáticas, pero se destacó como autor de música popular. De notable versatilidad expresiva, fue autor, compositor, dramaturgo, director de teatro, realizador cinematográfico, periodista y actor, pero es en su condición de letrista popular, donde se muestra definitivamente innovador, revolucionario y perdurable.
Escribió y compuso más de cuarenta tangos, entre otros Malevaje, Qué va-cha-ché, Yira... yira, Qué sapa señor, Cambalache, Sueño de juventud, Justo el 31, Canción desesperada, Alma de bandoneón, Chorra, Tormenta, Soy un arlequín, Quién más quién menos, Confesión, Esta noche me emborracho, Sin Palabras, Desencanto, las letras de Uno, Cafetín de Buenos Aires y El choclo y la música de Bizcochito.
Durante la primera presidencia de Perón, mostró su adhesión al peronismo y en su programa de radio ?Pienso y digo lo que pienso? le hablaba en sus monólogos a un opositor al que había bautizado ?Mordisquito?, tratando de minimizar y contrarrestar la fuerza de aquéllos que estaban contra el gobierno. Esto caló hondo en una sociedad fuertemente dividida. Se dice que uno de sus últimos monólogos realizado en noviembre de 1951, fue clave para la reelección del líder justicialista como presidente, y que el mismo Perón consideró luego de la elección que el voto de las mujeres y los monólogos radiales de Discépolo habían sido elementos claves de su triunfo.
En su programa, Enrique puso toda su creatividad e ironía para rebatir las críticas de los opositores y combatió a los que consideraba ?carneros de la oligarquía? o ?cipayos? con un empeño que no fue bien entendido. La intransigencia de muchos amigos que le reprocharon cruelmente haber dado charlas por radio, exponiendo y explicando el porqué de su adhesión a las políticas de Perón, le provocó bastantes disgustos en la fase final de su vida, y le valió la pérdida de numerosas amistades, lo que para él se transformó en algo parecido a un insoportable exilio.
Falleció el 23 de diciembre de 1951, en su departamento de la 700 de la avenida Callao sin un diagnóstico preciso de las causas. Dicen que murió de dolor. Tenía sólo 50 años de edad.