El hijo y la última pareja del Potro revelaron las internas familiares luego del estreno de la polémica biopic. Detalles exclusivos
Ya vio la película cinco veces y siempre es la misma escena, esa que lo recrea junto a su padre, Rodrigo Bueno, sobre el escenario del Luna Park, bailando y tocando una batería de juguete, la que lo estremece. “Es con la que más lloro”, afirma Ramiro Bueno (21), el hijo del afamado cuartetero, cuya reciente “biopic” generó a la par de un éxito de taquilla, una feroz interna familiar por la visión del filme.
“Estoy feliz de que el escándalo y el revuelo alrededor de la película no me hayan hecho tan mal”, afirma Ramiro, quien además de ceder los derechos de la historia, actuó en el largometraje, dirigido por Lorena Muñoz, como uno de los músicos de su padre. “Son muchas cosas las que se remueven: el amor, lo trágico, la vida. Un conjunto de cosas que resurgen con todo lo bueno y lo malo. Pero ya volví a serenarme”, aclara su madre, Patricia Pacheco (41), quien en cambio sólo vio dos veces la película y hoy cria a dos hijas más.
—¿Estuvo bien contar, al igual que su éxito, todos los excesos que rodearon a Rodrigo? ¿Eso lo vuelve más humano?
—Patricia Pacheco: Sí, el reconocimiento a su música es algo que no se lo va a quitar nadie, pero la gente también tiene derecho a saber que dentro de su mundo también existieron zonas peligrosas.
—Ramiro Bueno: Es que es muy difícil estar acompañado por lo que la gente conoce como “los amigos del campeón” . Esa gente que te acompaña solamente en el éxito y que en el caso de la película se ve reflejada en el personaje de Angel (quien vincula al cantante con las drogas y hace referencia a este círculo oscuro). El tipo de persona que cuando uno está en la lucha por querer salir vuelve a aparecer para hostigarte psicológicamente e involucrarte de nuevo en el círculo vicioso.
—¿Qué les dejó atravesar toda esta experiencia?
—R: Teniendo en cuenta que está inspirada en hechos reales y no es un documental, creo que la película lo humanizó. Mostró su lucha en este ambiente que no era nada fácil, cómo lo afectó la pérdida de su padre, y cuando volvió a Buenos Aires para conquistarla con la música de su provincia natal. Es una historia de superación con altibajos y claroscuros y se lo muestra como a toda persona: con defectos y virtudes. Nunca se le faltó el respeto. Es una pena que no todos lo puedan ver así.
—P: Rodrigo no dejó de ser una persona de nuestra sociedad y que se haya superado en lo musical no significa que haya podido evitar toparse con lo que nos chocamos todos. Podés caer, pero eso no te hace peor persona. Es importante dejar un mensaje. No creo que a Rodrigo le hubiera gustado tampoco que ningún niño termine, por querer imitarlo, atravesando esas situaciones.
—¿Pudieron sanar viejas heridas?
—P: No, porque yo, en el fondo del corazón, no estoy herida. Lo amé profundamente y tuve un hijo con él, y eso no lo va a romper nada, ni el vicio, ni la música, nada. Sí entiendo que como personas nos toca atravesar cosas que pueden llevarnos a mal puerto. Así es la vida y así fue. Yo con Rodrigo estoy en paz.
—R: A mí la película me hizo fortalecer el vínculo con mi papá. Hace un par de años yo no escuchaba sus canciones porque me hacían mal y hoy puedo hacerlo y me da alegría. Me siento acompañado y feliz y aparte por una cuestión de admiración por todo lo que hizo y compuso. Hasta el día de hoy lo recuerdo con todo el amor del mundo y si bien antes no me involucraba tanto, este tiempo lo tuve más presente que nunca y lo sentí más cerca también. No solamente por la película, sino por la gente que se me acercó para brindarme su apoyo.
—¿Sus vidas cambiaron?
—P: Ya había quedado muy expuesta al morir Rodrigo y por eso ahora traté de tomármelo con calma para seguir con mi vida normalmente. Fue duro en su momento pero salí adelante y ahora ya estoy acostumbrada y no me afecta.
—R: La experiencia como actor yo la había tenido desde 2014, cuando hice teatro con Javo Rocha. Lo dejé por una cuestión de horarios, porque al otro año empecé a jugar al fútbol y estudiar periodismo deportivo, y se me hacía difícil. Pero ahora, que ya me recibí, dejé el fútbol también, la película me abrió las puertas a otro lado, estoy con proyectos y entrenándome de nuevo como actor y como cantante. Veremos a futuro lo que depara. El año que viene voy a participar de una tira que se llama “La Cantera”. También sigo con mi programa de radio, “Invictos en el Deporte”, un ciclo polideportivo que sale los martes y jueves, de 20 a 21 horas, por www.1925.com.ar
—Después que tu abuela, Beatriz Olave, y tu tío,Ulises Buenos, criticaran el enfoque de la película ¿Cómo sigue la relación con ellos?
—R: Sigue todo igual. Uno espera a que suene el teléfono y se comuniquen para, por lo menos, charlarlo de forma privada… Pero eso no sucedió nunca. No nos hablamos y últimamente no estamos teniendo contacto con ellos.
—¿Por qué llevas el nombre de tu madre tatuado en el pecho?
—R: Admiro su lucha y cómo enfrenta a toda la gente que se le para adelante. Ella siempre está ahí, demostrando que con la verdad se solucionan las cosas. Le agradezco que me haya educado así, y que no me haya expuesto a los medios de chico, porque quizás mi vida hoy sería otra. No puedo reprocharle nada: la madre que me tocó es la mejor del mundo. Convivimos y llevamos el día a día muy bien; nos reimos y compartimos mucho. Fueron días muy movilizantes en lo mediático pero por suerte y, gracias a Dios, nada me impidió disfrutar este lindo momento, junto a gente que conocí y aprendí a querer mucho, como los son Rodrigo Romero (el actor que interpretó a su padre) y toda la gente que hizo un laburo bárbaro. Estoy feliz con el presente.
por Kary López
(producción: Alicia Blanco)