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Megacoalición de derecha en Bolivia

Jeanine Áñez es el mejor ejemplo de la improvisación, de esa que la OEA y la derecha boliviana se «agarraron» para, luego de consumado el golpe de estado contra Evo Morales, creer que con nominar a una presidenta de facto sin aval alguno y pocas luces, podría calmarse la ira del pueblo que, aún hoy, diez meses después de la asonada, todavía se mantiene

Sabado, 19 de Setiembre de 2020
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Foto: Intención de voto hasta el 16 de septiembre , según el sitio www.tuvotocuenta.

Jeanine Áñez es el mejor ejemplo de la improvisación, de esa que la OEA y la derecha boliviana se «agarraron» para, luego de consumado el golpe de estado contra Evo Morales, creer que con nominar a una presidenta de facto sin aval alguno y pocas luces, podría calmarse la ira del pueblo que, aún hoy, diez meses después de la asonada, todavía se mantiene.

Ella sabe muy bien que su ambición de llegar a presidenta por el voto popular, es algo más que imposible.

Entonces, como lo acaba de anunciar, optó este jueves por renunciar a la candidatura, con el argumento de «evitar que el Movimiento al Socialismo (MAS) pueda ganar en primera vuelta, tal como marcan las encuestas» y el llamado a que «si no nos unimos, vuelve Evo Morales».

Tal confesión, como tuiteó el propio Evo desde su exilio en Argentina, «es una determinación que hace mucho estaba decidida y solo faltaba negociar su impunidad».

Está claro –aseguró Evo–que el precio de su nueva alianza es tratar de evitar que se le juzgue por los escandalosos casos de corrupción en medio de la pandemia, por el genocidio de Senkata y Sacaba, masacres de los militares bolivianos contra pobladores movilizados que protestaban pacíficamente contra el golpe, que dejaron decenas de muertos y cientos de heridos.

A su vez, Morales advirtió la conformación de una megacoalición de partidos de derecha que quieren continuar el saqueo de la nación andina.

Queda claro que Áñez negoció con los aspirantes de derecha para buscar la unión necesaria en los comicios del próximo 18 de octubre, con el único objetivo de eliminar a Evo y a su partido, el MAS, de regresar al poder en esa nación.

Y lo hizo cuando se sabe perdida. Las actuales encuestas dan como favorito a presidente al candidato del MAS, Luis Arce, lo sigue Carlos Mesa y la renunciante Áñez había descendido estrepitosamente.

El panorama preelectoral deja muy clara una advertencia para la izquierda y los movimientos sociales de Bolivia: la derecha es capaz de unirse para derrotarlos, por ello deben ser capaces de reaccionar en el breve tiempo que les queda hasta las elecciones, para consolidar sus posiciones en torno al MAS y convencer a los indecisos.

La OEA ya anunció que volverá como «observadora» de los comicios en Bolivia. Ojo con otro posible zarpazo de Luis Almagro y su institución, para despojar al pueblo de los gobernantes que elige, como hizo en noviembre del pasado año contra Evo Morales.   

Sea en la primera vuelta o en la segunda, la Bolivia de Evo, del MAS, puede regresar al carril democrático y de desarrollo social,  donde las masas de obreros y campesinos fueron dueños de su presente y ahora están sometidos a la represión luego del golpe de estado. A la Bolivia que fue propietaria de sus recursos nacionales, que ahora se privatizan o entregan a compañías transnacionales.

La derecha se une para evitar el triunfo popular. Corresponde a la izquierda y a los movimientos sociales unirse y hacer realidad la victoria de las fuerzas emancipadoras que durante la última década llevaron al país a la cima del desarrollo económico y social de la región.

Fuente: Gramma