Salir a restaurantes con amigos, compañeros de trabajo o pareja, es una de las actividades que más nos atraen. Sin embargo, ¿qué tan seguro es ir a comer a un restaurante?
En muchas ciudades del mundo, poco a poco restaurantes, cines, bares y museos han abierto sus puertas luego de haber permanecido cerrados o con actividad mínima durante estos meses de pandemia. Para esto se han implementado medidas que reducen el riesgo de contagio, tales como una reducción de su aforo a máximo el 30% de su capacidad, el uso obligatorio de cubrebocas, mantener la distancia física entre los asistentes de al menos 1.5 metros, entre otras.
En este contexto, y dadas las características propias de un restaurante (el manejo de la comida, el tiempo de permanencia asociado al comer, prácticas sociales como la convivencia, la conversación o el tiempo de permanencia asociadas al comer, etc.), es necesario plantear la pregunta: ¿qué tanto riesgo representa salir a un restaurante?
Uno de los varios estudios recientes que han intentado comprender cómo se comporta este virus, concluyó que adultos que dieron positivo a covid-19 tenían aproximadamente el doble de probabilidades de haber informado que comieron en algún restaurante durante los 14 días anteriores a la enfermedad, en comparación con aquellos adultos que dieron resultados negativos. Entre las personas que informaron haber asistido a un restaurante, también hubo pacientes que reportaron haber ido a cafeterías y bares.
El estudio estuvo a cargo de los Centros para el control y prevención de enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention) de Estados Unidos. Se analizó la información de 314 adultos, quienes dijeron estar experimentando síntomas durante el mes de julio. 154 dieron positivo y 160 negativo. Las pruebas fueron aplicadas en 11 centros de salud en 10 estados: California, Colorado, Maryland, Massachusetts, Minnesota, Carolina del Norte, Ohio, Tennessee, Utah y Washington.
Durante el estudio los investigadores preguntaban a los pacientes sobre sus prácticas cotidianas, por ejemplo, qué tan frecuente eran sus visitas a restaurantes o bares y si usaban o no cubrebocas.
Estudios de este tipo no sólo contribuyen a la comprensión del virus a nivel fisiológico, sino que también nos acerca a comprender el comportamiento de las personas en sus propios grupos y comunidades. Tener una mejor comprensión del comportamiento y las motivaciones que hacen que las personas de una sociedad realicen o no ciertas actividades, permite alejarnos de los juicios sin fundamento. Además de que también contribuye al diseño e implementación de mejores políticas públicas que garanticen el bienestar, la salud y la seguridad de las personas.
La Asociación Médica De Texas (Texas Medical Association) juntó a 14 expertos en salud pública, epidemiología y enfermedades infecciosas para diseñar una clasificación de actividades cotidianas en función del nivel de riesgo que supone realizar cada una de ellas.
Algunas de las actividades que representan un riesgo bajo son acampar o comprar comida para llevar.
Entre las actividades con riesgo bajo moderado podemos encontrar ir a una biblioteca o museo, hospedarse dos noches en un hotel y comer en un restaurante al aire libre.
Sin embargo, en la escala diseñada por estos expertos comer en un restaurante, asistir a un buffet o ir a un bar se encuentran entre las actividades que representan un alto riesgo de contagio.
Reconocemos que después de medio de año de pandemia, en el que la gran parte de nuestras actividades cotidianas se vieron interrumpidas, el hartazgo y la frustración de estar en casa o de no tener muchas opciones para salir puede ir incrementando. Sin embargo, de acuerdo con la infografía anterior, hay actividades que podemos realizar para despejar nuestra mente o ejercitarnos que no implican un riesgo para nosotros ni para nuestros seres queridos.
Fuente: Pijama Surf:
Imagen de portada: Shawn Ang / Unsplash