No son tiempos normales en Brasil, que parece decidido a elegir a un presidente visto por buena parte del país y de la opinión pública internacional como una amenaza para la democracia que el gigante sudamericano recuperó tras la dictadura militar en 1985.
El ultraderechista Bolsonaro es el claro favorito para ganar las elecciones del 28 de octubre con el 59 por ciento de la intención de voto, según la encuestadora Datafolha. El izquierdista Haddad, en cambio, sólo alcanza ahora mismo el 41 por ciento del voto válido.
El porcentaje de votantes que rechaza al ex alcalde de San Pablo subió además al 54 por ciento y superó con ello el índice de rechazo de Bolsonaro (41%), según Datafolha.
La candidatura de Haddad está lastrada por la mala imagen de su Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó Brasil durante 13 años entre 2003 y 2016 y está implicado en gran parte de los escándalos de corrupción de los últimos años.
Haddad, por eso, mudó su estrategia de campaña en los últimos días: distanciarse de su mentor político, el encarcelado ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
El apoyo al ex mandatario entre las clases más pobres garantizó que Haddad, de 55 años, saltara hasta el segundo lugar de las preferencias tras ser nombrado candidato del PT a mediados de setiembre, después de que un tribunal electoral prohibiese la candidatura de Lula.
La imagen de Lula y del viejo PT, sin embargo, se convirtió ahora en el principal lastre para que el candidato pueda postularse como un nuevo rostro en la desprestigiada política brasileña.
La campaña de Haddad se deshizo por eso en los últimos días del lema usado hasta la primera vuelta, "Lula es Haddad", con el que consiguieron atraer a millones de simpatizantes del ex presidente.
También las imágenes con el rostro de Lula desaparecieron discretamente de los mítines del candidato, que necesita llegar al sector más centrista del electorado para mantener opciones frente a Bolsonaro.
El centro político, no obstante, se decantó en gran parte por el ultraderechista en la primera ronda, pese a sus antiguamente frecuentes elogios a la última dictadura militar (1964-1985) y a su defensa de la tortura.
Bolsonaro, un ex militar de 63 años que es diputado desde 1991, es también controvertido por sus insultos a mujeres, negros y homosexuales durante su larga carrera política. A una parlamentaria del PT la atacó en una ocasión diciéndole que por su físico no merecía "ni ser violada".
Sobre todo el descrédito de la clase política a raíz de los casos de corrupción destapados en los últimos años le han asegurado a Bolsonaro apoyos incluso entre los votantes más moderados.
El ex militar necesita ahora sólo mantener esos apoyos para asegurarse la victoria el domingo 28 de octubre.
Impedido de hacer campaña porque aún se recupera del atentado con un cuchillo que sufrió a comienzos de setiembre, Bolsonaro adopta ahora a menudo un tono mucho más moderado en sus mensajes en Twitter o en las pocas entrevistas que da a medios conservadores afines.
"La violencia contra mujeres, hombres, negros, blancos, homosexuales y heterosexuales y todos los grupos posibles creció en la era del PT", sostuvo en los últimos días.