El desafío de mediano plazo está lejos de alcanzarse. El primer mojón es desatar el nudo de la deuda, pero nuestro país tiene una larga lista de asignaturas pendientes. Las claves de la nueva propuesta.
La oferta superadora llegó. La construcción de sentido en economía se maneja por consensos. Si hace tres meses la inmensa proporción de la disciplina creía que la propuesta del Ministerio de Economía no era aceptable, ahora existe una valoración casi unánime de que el esfuerzo oficial es significativo. Académicos, divulgadores, políticos de todo el espectro. La enorme mayoría de actores del “círculo rojo” han valorado positivamente la enmienda, a excepción de algunos pocos pesimistas, que defienden intereses foráneos.
La oferta superadora implica:
La mayor innovación es la cláusula de participación mínima, según la cual la oferta se declarará desierta en caso de no superar el umbral consignado. Esto abre la posibilidad a un canje parcial, que permita un piso de aceptación en esta etapa, y deje la historia abierta para seguir arriando a los holdouts en instancias futuras. La enmienda logra mantener el espíritu de la propuesta de canje original, suavizando parcialmente la mayor agresividad inicial, propia de toda negociación:
En este último punto, es importante destacar el adelantamiento del canje para la deuda en dólares con Ley Local, y la voluntad de darle despacho parlamentario. La garantía de dar tratamiento equitativo, sostenida una y otra vez por el ministro Martín Guzmán, es un nuevo paso para la reconstrucción de la confianza.
También resulta auspiciosa la posibilidad de incluir un puente (no compulsivo) entre moneda extranjera y pesos para el segmento que se dirime en los tribunales argentinos. Funcionó en el canje anterior, y podría contribuir ahora a reducir la composición de deuda en dólares. Mucho más, en un momento donde se está jerarquizando el mercado doméstico de deuda, con colocaciones en pesos sumamente exitosas y una recuperación consistente en los precios de los títulos en moneda local. El contraste con los años previos es enorme. Veíamos de un reperfilamiento hace menos de un año, y ahora estamos caminando hacia bonos cotizando a la par. Esto no es un resultado fortuito; la confianza se construye cumpliendo con cada vencimiento, y respetando un esquema de política consistente.
El desafío de mediano plazo está lejos de alcanzarse. El primer mojón es desatar el nudo de la deuda, pero nuestro país tiene una larga lista de asignaturas pendientes. Aspectos como la baja de la inflación y la estabilización cambiaria ya han mostrado los primeros resultados. En parte, gracias al contexto de una economía congelada. Pero también influye un arreglo macroeconómico que busca tranquilizar las variables nominales, a partir de un marco regulatorio más coherente en función a nuestras posibilidades.
Otros aspectos más profundos, como la armonización tributaria, el debate sobre cómo fomentar la inversión privada y alentar las exportaciones, aún no comenzó. La pandemia partió al medio el desarrollo del nuevo ciclo político, y la agenda estructural deberá ser retomada cuando la tormenta amaine.
De nuevo a la resolución de la deuda, pedir más concesiones no solo sería contraproducente para la posición argentina. Resignar las cláusulas de acción colectivas implicaría una marcha atrás en toda la arquitectura financiera que se construyó desde 2014. No se trata de un capricho argentino; el mismo Club de París recomendó evitar prerrogativas que obstaculicen los procesos de reestructuración de deudas soberanas.
Hace unos meses, muchos esperaban que la nueva administración defaultera la deuda, con base en argumentos ideológicos. Nada de eso ocurrió. Una vez más en nuestra historia, un Gobierno peronista viene a solucionar el desastre que deja una administración de tendencia liberal. Con pragmatismo, se está buscando resolver el problema, haciendo lo que hay que hacer. Ahora la pelota está del otro lado.
FUENTE: AMBITO