Ni Messi ni Neymar resultaron gravitantes para el funcionamiento de sus respectivos equipos y apenas mostraron, en pequeñas grageas, las pinceladas de sus innegables condiciones y dotes técnicas, pero el argentino levantó la Copa.
Durante los 45 minutos iniciales en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, que le permitió al equipo argentino alcanzar un título continental después de 28 años, los dos cracks fueron meros actores de reparto. Inclusive se parecieron a esos extras que apenas firman un "bolo" en filme o telenovela. Nada más
En tanto se asemejó la poca incidencia que los dos tuvieron en el rendimiento de sus respectivos conjuntos que tanto uno como otro se cayó en simultáneo en la cancha, cuando apenas transcurría el primer cuarto de hora de un encuentro cerrado, con demasiada fricción y poco espacio para la creación.
En ese minuto 15 de la etapa inaugural, el genio que finalizó su contrato con el Barcelona el pasado 30 de junio se fue al piso, al chocar con un rival. En la continuidad de la jugada, el astro del París Saint Germain fue derribado por su compañero de equipo en Francia, Leandro Paredes. El fútbol, por el piso.
El jugador que surgió del Santos buscó rotar por todo el frente de ataque, moviéndose como un "falso 9". Pero no se sintió nunca cómodo y terminó retrasándose tanto para tomar contacto con el balón y, en más de una ocasión, encabezó los ataques del elenco de Tité desde la mitad de la cancha.
Desde el otro lado, el rosarino, que pareció desgastado y con una marcha menos, desplegó una tarea, si se quiere, más colaborativa en la recuperación del balón que productiva en la gestación de maniobras de riesgo para la valla de Ederson. Todo un símbolo de lo que ofreció el "10" argentino en la feliz noche carioca.
Tan rara fue la labor del astro del Barcelona que ni siquiera registró un tiro al arco en esa etapa inicial en la que Argentina mostró eficacia plena con la definición correcta y exquisita de Angel Di María que posibilitó festejar en el único disparo a la valla.
En el segundo tiempo, en tanto, la posición en la cancha del platinado jugador del PSG se modificó. La entrada de Roberto Firmino (Liverpool) desembocó en una referencia de área del seleccionado local y, así, Neymar tomó más contacto con el balón y se plantó, en más de una oportunidad, con la cancha de frente como para erigirse en el conductor.
Pero Neymar -quien fue campeón olímpico en este mismo escenario en 2016- nunca tuvo la suficiente cantidad de metros como para encarar libre con el balón y progresar: los defensores argentinos supieron rodearlo y controlarlo.
Apenas una incursión tipo "slalom" en la que cedió a Vinicius Junior desde posición propicia y alguna que otra pelota parada, ya sea tiro libre o de esquina, en la que exhibió su capacidad.
Pero del otro lado, la tarea de Messi lució, en esta ocasión, más apagada que de costumbre. Como si le "pesara el partido" por el cansancio acumulado de una Copa en la que fue figura y uno de los más "maltratados" por las infracciones, el "10" argentino falló hasta en las que no suele perdonar.
Así, con todo Brasil desarmado y desequilibrado en procura de una igualdad que no llegó, el del Barcelona inició una contra por izquierda y vio a Rodrigo De Paul (el jugador más valioso del equipo albiceleste) que llegaba por el otro sector.
El exRacing y actual mediocampista del Udinese hizo la pausa justa para devolver el balón al centro-izquierda por donde llegaba el goleador histórico del seleccionado argentino (76 conquistas).
Pero el rosarino no pudo afirmarse bien, se enredó con la pelota, cayó y permitió la cobertura del arquero brasileño. Como para darle crédito, en un guiño irónico si se quiere, a ese cuento de fútbol de Hernán Casciari que lleva un nombre sugerente: "Messi es un perro".