Manuel dela Trinidad Corvalán nació en Mendoza, en 1874, cuando dependía de la Capitanía General de Chile. Fue gobernador en San Juan, jefe de Fronteras de San Rafael, sirvió a las órdenes de San Martín y fue amigo de Dorrego y de Rosas de quienes fue edecán. Fue un héroe invisible, pero dejó huella y legado.
Estudió en el Real Colegio de San Carlos, y en 1806 y 1807 tomó las armas en el cuerpo de Arribeños y se batió con arrojo. En mayo de 1810 fue portador de la comunicación de la Primera Junta al Cabildo de Mendoza por la que daba cuenta de su instalación.
Siendo jefe de fronteras de San Rafael, condujo a Buenos Aires en 1812 unos 200 enganchados que sirvieron de base para el Regimiento de Granaderos a Caballo.
En julio de 1814, el director supremo lo designó gobernador de San Juan, cargo que desempeñó hasta mayo del año siguiente.
Llamado por San Martín a Mendoza, fue designado jefe de órdenes del Ejército de los Andes, y en 1816, comandante del Batallón Cívicos Pardos de Mendoza y mayor de plaza. Reemplazó luego al teniente Luis Beltrán en la dirección del parque y maestranza, y recibió las distinciones otorgadas a los vencedores de Chacabuco y Maipú. En 1822 fue ascendido al grado de coronel y al año siguiente fue comisionado por el gobernador de Mendoza, coronel Pedro Molina, para gestionar la devolución de la bandera con que el Ejército de los Andes hizo la campaña libertadora.
En 1824 se radicó en Buenos Aires y se vinculó con el coronel Manuel Dorrego, de quien fue muy adicto. Al ser designado este último gobernador de Buenos Aires, lo llevó a su lado como edecán.
En 1828, y como diputado por Mendoza, asistió a la Convención Nacional reunida en Santa Fe.
Al ascender al poder el general Rosas, de quien era gran amigo, fue designado nuevamente edecán de gobierno. En 1833 acompañó a don Juan Manuel en su expedición al desierto, como jefe del 4° regimiento de caballería y con el grado de coronel efectivo. En 1835 fue nombrado primer edecán del gobernador. Dos años después alcanzó el generalato.
Fue figura de gran probidad y que, siendo hombre de fortuna, tuvo que aceptar de Rosas 10.000 pesos moneda de la época, para satisfacer sus necesidades. En 1845 ocupó una banca en la Sala de Representantes de Buenos Aires.
Murió en esta ciudad el 9 de febrero de 1847, en medio de la mayor pobreza.