El presidente Javier Milei viajó a EE.UU. y se reunió con Sam Altman de Open AI y Sundar Pichai de Google. Propuso crear en Argentina un polo tecnológico similar a Silicon Valley. Propone ausencia de regulaciones estatales para IA. Análisis exhaustivo del autor.
Por Juan Di Paolo Morcos
Luego de la 2° Guerra Mundial, el proyecto industrial militar digital tomó impulso con compañías como Ericsson, IBM y HP. Las compañías Google, Apple, Microsoft y Facebook, entre otras, crecieron de la mano del Pentágono y la inteligencia militar angloamericana. En paralelo, Hollywood desarrolló un "relato rosa" de las HITECH en torno al emprendedurismo y la inteligencia individual de algún genio en algún garaje, ocultando intencionalmente el carácter geopolítico de estas corporaciones.
Las redes sociales fueron promovidas por Wall Street y el Pentágono. Dos grandes hitos marcan el devenir de las tecnologías: el primero es el apalancamiento financiero durante los años "90 posterior a la crisis de las ".com". El segundo está atado a la industria militar de vigilancia implementada por Estados Unidos luego del atentado de las Torres Gemelas del 11 de septiembre del 2001.
AlphaBet, la IA de Google, comienza a finales de los 2000, a utilizar el excedente de información conductual de los usuarios de su buscador para construir perfiles psico-sociales de los consumidores que luego venderían a las compañías de marketing y publicidad.
El departamento de Estado y las grandes empresas tecnológicas siempre estuvieron estrechamente vinculadas. Luego del atentado del 11s, el gobierno de George Bush hijo, y el ala dura del Partido Republicano trataron de quedarse con el control de estas tecnologías de vigilancia. Desde ese paradigma, entendemos la reunión de Milei con Condoleezza Rice (La ex secretaria de Estado y ex jefe del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, ex Rectora de la Universidad de Stanford y presidente del Instituto Hoover, donde se desarrollan importantes proyectos de IA y tecnología digital).
Esta semana, el presidente Javier Milei viajó nuevamente a Estados Unidos. En esta oportunidad, se reunió con los CEO´s de dos gigantes de la inteligencia artificial: Sam Altman, de Open AI (creadora del chat GPT) y Sundar Pichai, de Google (que actualmente está desarrollando su IA alphaBet).
El objetivo del viaje ha sido llevar a estas empresas una propuesta concreta; crear en la Argentina un polo tecnológico al estilo de Silicon Valley para la instalación y desarrollo de estas empresas angloamericanas. Entre los factores de interés que propone, se destaca la total ausencia del Estado en regulaciones para desarrollo de IA, la existencia de condiciones climáticas favorables al sur del país (que suponen un ahorro en el mantenimiento de los procesadores), y la facilidad técnica y legal para extraer litio en nuestro país.
La Argentina le propone así al sector informático financiero norteamericano la desregulación total para las empresas tecnológicas, ventaja que no tienen estas corporaciones en Estados Unidos, Europa y China, los tres grandes polos donde se discute actualmente el desarrollo y producción de IA.
El modelo tecnológico de Estados Unidos se basa en la especulación financiera y la desregulación total, lo que permite la monopolización y consolidación de las grandes corporaciones de las HITECH.
El problema radica en el conflicto entre los viejos industriales norteamericanos y el capitalismo financiero, representado en Silicon Valley. Este conflicto se ve materializado en un enfrentamiento en el Congreso entre republicanos y demócratas, y diferentes intereses que no permiten liberar desregulaciones al Estado norteamericano.
Europa, por su parte, tiene dos problemas; por un lado, que no es productora de estas tecnologías y, por otro lado, que, al no poder regular sobre la producción, intenta regular sobre los consumidores.
El tercer polo de debate es China. El Estado chino ha desarrollado desde hace décadas un sistema de regulación absoluta sobre la entrada y salida de datos, generando su propia tecnología digital y restringiendo el uso de tecnologías extranjeras.
Estos modelos pretenden abordar la discusión en torno a las IA´s sobre regular la seguridad o la efectividad de las mismas, es decir, sobre proteger a los consumidores en tanto ciudadanos o a los consumidores en tanto clientes (y, por supuestos, a los empresarios que concentran todo el capital que genera esta industria).
Imaginemos entonces un mundo donde Milei se autoproclama el segundo líder de la libertad a nivel mundial, un mundo donde, como dice él, el Estado es criminal. En ese mundo, les ofrece a las grandes corporaciones tecnológico-financieras, que vienen concentrando, más que nunca en la historia de la humanidad, el capital internacional, produciendo una serie de "mil-millonarios" por primera vez en la historia. Es a este grupo financiero a quienes les propone una desregulación absoluta de la concentración económica.
Estamos en camino a lo que se puede considerar un "tecno feudalismo", donde las grandes corporaciones concentran todo y la gran mayoría de la humanidad participa en el supuesto nivel de igualdad repartiéndose cada vez menos.
"Cero regulaciones" significa cero impuestos a estas corporaciones que ya vienen, entre sus dueños, líderes y CEO´s, esquivando la cuestión impositiva, gracias a una serie de paraísos fiscales como Las Bahamas, Islas Vírgenes, Curacao, Dominica y Uruguay. Entonces, toda la carga impositiva que debería recaer en la concentración de capital que provocan esas corporaciones, recae cada vez más sobre cada uno de los seres humanos que habitan el globo. Por ende, todos nos sentimos agobiados por impuestos en un sistema fiscal global absolutamente recesivo.
Un ejemplo claro y cercano de esta falta de regulación es el caso de la compañía WorldCoin, que desembarcó en nuestro país hace algunos meses. Esta empresa, parte del lobby de desarrollo de IA y tecnología de vigilancia, ofrece criptomonedas a cambio de escanear el iris de las personas. En gran parte de Europa, Asia e incluso África, las comisiones de protección de datos biométricos han suspendido el permiso a WorldCoin para seguir recolectando datos, entendiendo el potencial riesgo para los usuarios. Sin embargo, nuestro país continúa permitiendo (y publicitando) esta actividad, que muchas personas leen como una entrada de dinero sencilla y sin esfuerzo, pero sin medir el alcance que esta decisión puede tener. Es que, en medio de la crisis económica y social, el manejo de nuestros datos biométricos y privacidad pasa a un segundo plano.
Estas tecnocracias están discutiendo la IA, la tecnología de datos y el 5G. ¿Qué lugar le toca en esta discusión a la Argentina? Un lugar de consumidor de datos, usuario, y que puede ser capaz de crear alguna de estas cuestiones en torno a las políticas públicas de desarrollo técnico y tecnológico del Estado.
El mundo, como un lugar de emprendedurismo tecnológico, donde las corporaciones tercerizan las estructuras productivas mientras se apropian de las "startups" y el conocimiento generado en países periféricos, profundizando el colonialismo y el extractivismo, está tratando de encontrar alguna forma donde los Estados, a partir de regulaciones, puedan participar de estas discusiones.
Existen tres momentos bien definidos en el desarrollo de las tecnologías digitales:
el primer momento, el de las tecnologías digitales propiamente dichas, donde éstas se limitaban a recolectar, almacenar, indexar, automatizar y manipular datos a gran escala y a una velocidad cada vez mayor. Es el caso de los procesadores, la computadora familiar, los primeros celulares y el desarrollo del microchip.
El segundo momento es el surgimiento de las Inteligencias Artificiales. Estas tecnologías, de carácter cognitivas y organizacionales, ya no sólo recolectan, almacenan y manipulan datos, sino que organizan, diagnostican y evalúan estos datos a una velocidad mayor que los seres humanos. Comienzan entonces a guiar las conductas de las personas y administrar la realidad a la que accedemos. En esta categoría podemos mencionar, por ejemplo, las aplicaciones de mapas y geolocalización como Waze, Maps.me, CityMapper, las aplicaciones de citas como Tinder, Bumble, Happn, las aplicaciones de transporte público en diferentes ciudades o incluso las sugerencias de contenido audiovisual (series, películas, etc.). Todas estas aplicaciones eliminan la posibilidad de elegir, ya que administran la "realidad", predeterminando las acciones o elecciones que realizamos en función de los mandatos del mercado, que deciden cuáles son las opciones entre las cuales podemos elegir.
Por último, el estadio actual de las tecnologías digitales, que es el de la Inteligencia Artificial generativa. Este tipo de tecnologías son intelectuales y creativas. Esta IA generativa pone en crisis el lenguaje, y cancela la imaginación, ya que la construcción de textos, imagen y voz se produce de manera predictiva, es decir, a través de una correlación de palabras o conceptos previamente conectados a través de instrucciones y algoritmos ultra racionalizados. A esta categoría aplican, por ejemplo, Sider (que genera imágenes virtuales hiper realistas), ChatGPT (que elabora documentos de texto), o AISpeech (que genera archivos de voz), todas aplicaciones que generan contenido sin necesidad de trabajo intelectual humano.
Además de la clausura de la imaginación, la IA generativa rompe la idea de verdad, ya que nuestro cerebro no es capaz de distinguir entre las voces de personas reales y las emulaciones de las IA, entre las imágenes reales o las generadas digitalmente, o entre una creación literaria genuina o un texto construido por inteligencia artificial.
El problema crucial que se nos presenta en este punto del desarrollo de las IA generativas es la desaparición de empleos que, distinto a lo que ocurrió con la Revolución Industrial en el siglo XIX, cuando estos empleos eran desplazados (en un tiempo ralentizado en comparación con el cambio tecnológico) a otros espacios de empleabilidad, a partir de la ultra racionalización de estas tecnologías, la intervención humana se vuelve completamente prescindible, ya que cualquier empleo puede funcionar a través de algoritmos.
Ya no desarrollamos tecnología para asistir a médicos, abogados, ingenieros o docentes, periodistas, fotógrafos, artistas o traductores, intérpretes, actores, músicos, escritores, sino que el mercado las desarrolla para reemplazar a los trabajadores, incluso a aquellos que desarrollan estas tecnologías, como los programadores.
La IA da respuesta a un imaginario de la humanidad, que es tratar de tener acceso a mayor tiempo libre para disfrutar de nuestra familia o realizar actividades de ocio, siempre y cuando no sea concebida dentro del paradigma del mercado financiero. Pero, al ser desarrollada en términos mercantiles, lo que genera es una masiva destrucción de puestos de empleo, a una velocidad inusitada, que ya no encuentran anclaje en otros espacios.
Por tanto, las tecnologías han agravado la crisis de las viejas instituciones que ya no pueden dar respuesta a la aceleración ilimitada del flujo de capital con estructuras nacionales que a veces pueden ser más pequeñas que las corporaciones tecnológico-financieras.
El panorama entonces, se resume en tres grandes problemas; por un lado, la disolución de los lazos sociales en un momento en que las tecnologías digitales absorben y guían nuestra conducta y nuestras relaciones; por otro lado, el fin de las regulaciones estatales a la economía financiera, dando paso a un proceso de concentración de capital a un ritmo exorbitante. Y, finalmente, el acelerado proceso de desempleabilidad que proponen las nuevas tecnologías en el paradigma de una economía global y financiera.