La pobre ‘Hellboy‘ de Neil Mashall no ha tenido mucha suerte, y ha atraído una atención innecesaria a aspectos tristemente ajenos a su calidad fílmica.
Una catedral de ruido, furia y descontrol, planteada casi como una película episódica que funciona como nutrido homenaje a mitos del fantástico tan diversos como los Ghoulies y el folk horror, el heavy metal y "Depredador", el pulp de aventuras de los años cuarenta y el cine satánico de los setenta. Todo ello con el gore sarcástico y el humor atronador haciendo las veces de signos de puntuación tan explícitos como un eructo de Satanás. Un cóctel letal y ruidoso que ha sufrido un nuevo tropiezo cuando en algunos países -entre ellos, España- se ha distribuido una versión con la violencia notablemente aligerada.
Dejando aparte esta desafortunada trayectoria para la película de Marshall, lo cierto es que Hellboy tiene una trayectoria que merece la pena repasar: originariamente como un cómic de Mike Mignola que tuvo sus consiguientes spin-offs en ese y otros medios, y con dos adaptaciones al cine de Guillermo del Toro con las que Marshall está siendo inevitablemente comparado. Revisamos todas las sucesivas encarnaciones del demonio rojo y del resto de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal. Así se las gasta Anung-Un-Rama.
Posiblemente, "Hellboy" de Mike Mignola sea uno de los cómics más reconocibles de la historia. El personalísimo trazo del autor californiano, depurado con el paso del tiempo hasta llegar a la mínima expresión de los últimos años, ya era puro delirio autoral cuando nació el personaje. Las texturas planas, el delicioso empleo de los negros y las sombras, el uso del color como un elemento narrativo más, la composición de página casi expresionista (a tono con los encuadres de las viñetas, que heredan mucho del cine de género -especialmente el de los tiempos en blanco y negro-)... todo son elementos indisociables al grafismo de Mignola, identificable desde el primer trazo.
Pero "Hellboy" no es inmediatamente reconocible solo por el estilo gráfico de Mignola: también la forma de contar las historias del personaje y, sobre todo, el tono y el conglomerado de influencias en las que se sumerge el autor en cada aventura son únicos. Denotan una sensibilidad que, en buena parte, explica por qué cuando "Hellboy" no ha sido escrito por Mignola en cómic o en otros medios, puede funcionar como adaptación, pero se percibe que su creador no está detrás.
Entre esas características temáticas y narrativas están la influencia de formas infravaloradísimas de cultura popular (de noveluchas pulp a tebeos de baja estofa de terror, ciencia-ficción y superhéroes) y su deliciosa, casi alquímica e irreplicable mezcla con el folclore tradicional de todo el mundo. Los monstruos de las mitologías clásicas, populares o posmodernas (o todo a la vez) se dan la mano en un bestiario absolutamente único. Y la forma de contarlo que tiene Mignola es tirando de la estructura episódica: aunque las historias de Hellboy están organizadas en arcos narrativos, al autor le gustan las píldoras de acción y aventura casi independientes. Hellboy viaja mucho, a menudo para golpear a un monstruo en la crisma, y a partir de estos encuentros aislados se confirma una narrativa de puzle, casi siempre lineal, a tono con su grafismo sintético, y que se entiende como una sucesión de set-pieces.
El personaje nació como una broma de Mignola: un dibujo de un demonio con el nombre "Hellboy" en el cinturón que hizo en una convención de cómic, y con el que no tenía intención de hacer nada serio. Más adelante intentó vender el personaje a la línea para adultos Vertigo de DC, donde habían nacido cabeceras como "Sandman" o "Hellblazer". Lo presentó como el hijo de una bruja humana y un demonio y gustó a los directivos de la editorial, pero desconfiaron del detalle de que sus aventuras se centraran en su aspecto demoniaco y sus visitas al infierno.
A partir de 1994, y aprovechando la ola de nuevas editoriales que permitían a los autores figurar como dueños legales de sus creaciones, Mignola vendió el proyecto a Dark Horse. Sus aventuras estuvieron estrictamente dibujadas y escritas por Mike Mignola hasta 2005, periodo en el que aparecieron apenas una veintena de números de la serie principal. A partir de ahí, casi siempre con Mignola escribiendo las historias, se sucedieron artistas tan notables como Richard Corben, Duncan Fegredo o Kevin Nowlan, que llevaron la serie hasta su fin en el número 57, que apareció en 2011.
Pero no fue el fin de Hellboy. Para empezar, la miniserie de 10 números "Hellboy in Hell", publicada entre 2012 y 2016 de nuevo con Mignola escribiendo y dibujando, dio un final al personaje con la historia que nos han contado todas las películas. Hellboy está destinado a desencadenar el apocalipsis, y la trayectoria del personaje concluye con el demonio aceptándolo, reinando en el infierno pero vigilando que las fuerzas del mal no invadan la Tierra. Es un pseudo-final de la historia, pero no se garantiza que no vaya a continuarse.
Por otra parte, hay otras series y spin-offs con Hellboy como coprotagonista o convidado. "Hellboy y la AIDP" revisa las aventuras del demonio con la Agencia en los años cincuenta. Continúa publicándose, lleva 25 números y cada arco cubre un año de sus enfrentamientos contra nazis y demonios impíos. Y por supuesto, está la propia serie de la AIDP, que relata las peripecias de la agencia, con un plantel de agentes encabezado por Abe Sapien y Liz Sherman, y haciendo por expandir el universo de Mignola más que la propia serie de Hellboy. Llevan más de 150 números y su creador original sigue participando en los guiones.