Febrero de 2020 fue un mes perdido en el que muchos más países podrían haber tomado medidas para contener la propagación del SARS-CoV-2, indica un informe encargado por la OMS a un panel de expertos independientes.
Un informe encargado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a un panel de expertos independientes es tajante en sus conclusiones: la pandemia de COVID-19 se podría haber evitado. Además, los autores del informe consideran que no hemos aprendido la lección, y que el mundo sigue sin estar preparado para combatir las futuras amenazas a la salud pública. “El sistema actual es claramente inadecuado para evitar que otro patógeno nuevo y altamente infeccioso, que podría surgir en cualquier momento, provoque una pandemia”, se explica en el informe del grupo, presidido por Helen Clark, ex-Primera Ministra de Nueva, y Ellen Johnson Sirleaf, ex-Presidenta de Liberia.
Para los expertos, el tiempo transcurrido entre la detección de los primeros casos de neumonía de origen desconocido a mediados de diciembre de 2019 y la declaración por parte de la OMS de una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional el 30 de enero de 2020 fue demasiado largo. Además, consideran que febrero fue un mes perdido por los países del mundo de cara a atajar la pandemia en ciernes, ya que se podrían haber tomado muchas más medidas para contener la propagación del virus y prevenir la catástrofe sanitaria que aún nos golpea.
“La pandemia de COVID-19 es una señal de cuán vulnerable es y frágil es nuestro mundo -se lee en el informe-. El virus ha trastornado sociedades, ha puesto a la población mundial en grave peligro y ha expuesto profundas desigualdades. La división y la desigualdad entre los países y dentro de ellos se han exacerbado, y el impacto ha sido severo para las personas que ya están marginadas y desfavorecidas”, expresa el informe.
“El nuevo milenio ha visto los estragos que pueden causar las amenazas para la salud mundial como el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el ébola y el zika. Los expertos habían advertido sobre la amenaza de nuevas enfermedades pandémicas y habían instado a cambios importantes en la forma de protegernos contra ellas, pero el cambio necesario no se produjo. Tan pronto como una amenaza para la salud o un brote mortal se desvanece de la memoria, la complacencia se acomoda, en lo que se ha denominado un ciclo de pánico y negligencia. Este ciclo debe terminar”, indica el informe de la OMS, que insta a los responsables políticos a prepararse urgentemente para evitar que futuros brotes de nuevas enfermedades se conviertan en pandemias. “Si no es ahora, ¿entonces cuándo?”.
El informe insta a los líderes políticos a comprometerse para establecer un Consejo Mundial sobre Amenazas para la Salud que mantenga el compromiso político con la preparación y la respuesta frente a pandemias y a establecer un nuevo sistema mundial de vigilancia basado en total transparencia. Todos los países del mundo, indican, deberían invertir a nivel nacional, revisar sus planes de contingencia y asignar los fondos y el personal necesarios para poder hacer frente a futuras crisis sanitarias.
El informe coincide con la publicación de un artículo en la revista científica Virulence que concluye que nuestro actual modo de vida ha creado la tormenta perfecta para la evolución y transmisión de enfermedades infecciosas como la COVID-19. Según el artículo, la elevada población mundial de personas, mascotas y ganado supone un caldo de cultivo perfecto para propiciar la transmisión de enfermedades infecciosas a los humanos desde otros animales.
Los autores explican el concepto de ‘tamaño genético efectivo’, que indica cuánta variación genética se puede mantener en una población. Esta variación genética es fundamental para contrarrestar la evolución de las enfermedades infecciosas. La biomasa actual de ganado es diez veces mayor que la de toda la vida silvestre en conjunto, y además su tamaño genético efectivo es 80 veces menor que el tamaño mínimo viable de población en las especies de vida silvestre. "La combinación de una alta biomasa ganadera y una baja variación genética ha inclinado el equilibrio coevolutivo con los patógenos zoonóticos”, indican.
“La destrucción del hábitat, el comercio ilegal de vida silvestre y otras actividades humanas han puesto a muchas especies en contacto entre sí, y esto facilita la propagación, el derrame y la hibridación de los patógenos. Dado que estamos en estrecho contacto con nuestros animales domésticos y ganado, existen muchas oportunidades para que los virus se propaguen de animales a humanos y de humanos a animales. En conjunto, estas condiciones han creado una tormenta perfecta para la evolución y transmisión de enfermedades infecciosas zoonóticas. La COVID-19 nos ha demostrado que los humanos no son inmunes a los procesos evolutivos que impulsan las adaptaciones de los patógenos”, explica el artículo.
"Es hora de que comencemos a reconocer que nuestra salud, el medio ambiente y nuestra economía global están estrechamente interrelacionados. Patógenos como el SARS-CoV-2 continuarán evolucionando cuando se les permita infectar a los humanos, en cualquier parte del mundo. A su vez, esto representa una amenaza para la población humana en general, también en países que tienen la infección bajo control. Nuestra sociedad se enfrenta a una amenaza significativa, y todos debemos hacer lo que podamos tanto a nivel individual como social para mejorar nuestras perspectivas a largo plazo como especie. Estos cambios deben implementarse a nivel mundial para combatir eficazmente las pandemias"