El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se reunió en París con el general rebelde Jalifa Hafter, el hombre que lidera la fuerza paramilitar más poderosa de Libia y encabeza una ofensiva para tomar la capital, y le pidió que acepte un alto el fuego.
Hafter no hizo declaraciones públicas, pero un funcionario del gobierno francés, que pidió no revelar su nombre, dijo a la cadena France 24 que el líder rebelde libio rechazó el pedido de Macron.
"La desconfianza que vemos entre los actores libios es cada vez más grande", explicó el funcionario y agregó que Hafter se negó a declarar una tregua y a abrir una negociación con el gobierno reconocido por la ONU porque "considera que está completamente infectado por milicias".
La semana pasada, Macron había recibido al primer ministro del gobierno internacionalmente reconocido, Fayez al Serraj, y se habían comprometido con una salida negociada a la guerra que enfrenta a los dos sectores armados libios.
Pese a las coincidencias y el buen clima de esa reunión, Al Serraj ha sido en los últimos meses un duro crítico de Macron, al que identificó como un aliado político y militar de Hafter.
El mes pasado, tras tomar Bengazi, la segunda ciudad más importante de Libia, Hafter continuó avanzando hasta llegar a las afueras de la capital, Tripolí, donde comenzó un asedio y una campaña de bombardeos que ya mató a cientos de personas y obligó a miles a escapar.
Ayer el enviado de la ONU para el conflicto libio, Ghassan Salamé, advirtió ante el Consejo de Seguridad que el país africano "está al borde de caer en una guerra civil que podría llevar a la división permanente del territorio".
"Este es el informe que durante dos años he estado tratando de evitar tener que hacer; tras 48 días de ataque sobre Trípoli por las fuerzas del general Hafter, ya ha habido demasiada muerte y destrucción; llevará años reparar el daño hecho hasta ahora, y eso es únicamente si la guerra terminase ahora", agregó ante los embajadores de las principales potencias mundiales.
Desde el derrocamiento y asesinato de Muammar Kadaffi en 2011, en plena época de levantamientos de la Primavera Árabe en la región, Libia está dividida entre diferentes centros políticos apoyados por fuerzas militares y paramilitares rivales.
El vacío de un poder nacional reconocido y respetado permitió desde entonces que crecieran las redes de traficantes de personas, que se enriquecen con los cientos de africanos que todos los días intentan llegar a Libia para zarpar en el Mediterráneo con destino a Europa.