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Mendoza Reportaje

El director uruguayo Martín Jorge dirigirá la Orquesta Filarmónica de Mendoza

Llegado desde Montevideo, Uruguay, donde dirige la Banda Sinfónica de Montevideo, y director de la Opera del Teatro Solís de Montevideo, Martín Jorge, de tan sólo 43 años será quien dirija este sábado 18 a la Orquesta Filarmónica de Mendoza.

Jueves, 16 de Mayo de 2019
Ligado a la música orquestal en principio a través de la Opera, estuvo 14 años en El Salvador trabajando con la música en un proyecto de desarrollo en barrios marginales, para sacar a niños de la violencia.

Discípulo de grandes maestros del arte de la dirección orquesta como Zsolt Nagy Piero Bellugi y Alfredo Rugeles, Martín Jorge señala que la dirección “es una disciplina única en la práctica musical porque el director es el único que no produce sonido en el concierto, por eso es muy importante con quien uno estudia, ya que estos maestros marcan una impronta”.
¿Cómo encontraste a la Filarmónica de Mendoza, después de su concierto en Uruguay?
El concierto que escuché en Montevideo me gustó mucho, y la obra que eligieron fue de más a más; esta Orquesta me parece un grupo muy profesional, sólido, solvente, que logra buen sonido y homogéneo. Una Orquesta de estas características permite “hacer” música, no sólo “tocar” es decir, transmitir lo que buscaba el compositor en esta interpretación. Por esto es muy apasionante partir de que los temas técnicos están totalmente resueltos como es el caso de esta Orquesta.
¿Qué impronta le da un director a obras clásicas, que de por sí ya tienen su sentido, y cómo conjuga este deseo con el grupo humano que también tiene su impronta propia?
El trabajo de un director tiene varios momentos. Yo abro la obra, estudio nota por nota y lo primero que hago es escuchar dentro de mi cabeza, es un trabajo de audición interna. Es como leer una novela, vas haciéndote una idea de los personajes. Esa imagen interior sonora es el punto de partida; desde allí uno se pregunta qué es lo que está buscando escuchar. Creo que lo que hay que hacer es escuchar los sonidos que se presentan, la afinación, el día, el humor de los músicos. Así, de repente uno escucha algo que le sorprende y reelabora, cambia de rumbo, ya que las Orquestas tienen su propia voz y esa voz es la que hay que lograr potenciar. El sonido propio de la Orquesta cambia lo que piensa el director, y así el concepto de interpretación va creciendo. En este caso, lo que yo quería hacer con las obras que presentamos el sábado no está muy lejos de lo que vamos a lograr en el concierto.
¿Qué podemos esperar del concierto de este sábado, qué obras interpretarán y con qué sorpresa se encontrará el público?
En primer lugar con un solista de lujo, Néstor Garrote, solista de la Filarmónica de Buenos Aires, uno de los más grandes oboístas de Argentina. El concierto tiene una primera parte dedicada a la música de Mozart,  y a segunda las Danzas Sinfónicas de Edvard Grieg.
Tocar Mozart es un clásico, los melómanos mendocinos lo adoran, ¿es lo más sencillo para una Orquesta?
Es lo que se cree, pero no es así en absoluto. La música de Mozart no sólo no es sencilla, sino que sus obras sientan las bases de la música clásica. Mozart es uno de los músicos que lograron música para solistas, con gran estructura musical, y el oboe es un instrumento que a él le gustaba mucho, está presente en todas sus obras y sinfonías. La Obertura que se hace antes, Rapto en el Serrallo es una de las dos óperas populares en alemán que se hacían en el teatro del pueblo de Viena. Es una Opera misógina, sexista, machista, está llena de cosas incorrectas para nuestra mentalidad actual, y resume algo que estaba de moda en la época de Mozart, que era la música que venía de España, con algunos instrumentos exóticos para la época.
Introduzcamos ahora la obra de Edvard Grieg que escucharemos en la segunda parte del concierto…
Grieg es un músico noruego, que se formó en Alemania. Fue un gran pianista. Estudió composición pero nunca se propuso realizar obras de grandes dimensiones. Trabajó lo que se llaman “miniaturas para piano” y muchas obras para voz que cantaba su esposa. En determinados momentos de su vida aparecieron obras únicas como El Concierto para Piano en La Menor, y este compositor con entrenamiento pero sin costumbre de escribir para Orquesta, logra un trabajo único. A medida que envejecía, fue involucrándose más con el folclor noruego, y empieza a conocer melodías populares, las toma y las recompone. Esa empieza a ser la fuente de su música en la última época de su vida y con varios temas compone una serie de cuatro danzas para dos pianos y luego decide hacer una composición para Orquesta, estas Danzas Sinfónicas son las que escucharemos este sábado interpretadas por la Filarmónica.
¿Hay mucha gente que no se anima a acercarse a los teatros a escuchar música clásica, qué les dirías para que tentarlos?
Que en un mundo altamente audiovisual, lleno de estímulos amplificados, van a escuchar sonido de tracción a sangre, 70 personas sudando, produciendo sonido, logrando una nota, todos al mismo tiempo. Les diría que un concierto es como un ritual, es la comunión de todos concentrándonos en esa nota. Eso genera un fenómeno único que nos permite conmovernos, dejarnos llevar. Quien entiende los códigos apreciará algunas cosas, pero quien no los conoce, se puede dejar influir por ese fenómeno. Hoy el ritual debe cambiar y requiere que se rompa la pared entre el músico y el público, partiendo de la base como músicos, que sin faltarle el respeto al que sí sabe, invitar a escuchar a destapar los oídos de otra manera, utilizando también la palabra.