Después de promover aglomeraciones durante la pandemia, tratar de oponerse a normas que exigen el uso de barbijos y publicitar la cloroquina como medicamento supuestamente eficaz en tratamientos de Covid-19, el presidente de Brasil , Jair Bolsonaro, llegó aún más lejos en su negacionismo científico.
Cuando los especialistas en infectología, epidemiología y médicos brasileños que luchan contra un enemigo aún desconocido pensaban que habían visto todo, el jefe del Estado causó estupor al declarar que "nadie puede obligar a nadie a vacunarse". Se sumó al creciente movimiento antivacunas en Brasil y contradijo una ley aprobada al principio de la pandemia que faculta al Estado a actuar en varios frentes, entre ellos, el de la vacunación. Bolsonaro puso en riesgo el prestigio del Plan Nacional de Inmunización, de 1973, una conquista del sistema de salud público reconocida internacionalmente.
La postura antivacuna del presidente tiene grandes chances de penetrar con fuerza en la sociedad. Según encuesta realizada por Ibope, uno de cada cuatro brasileños se resiste a la idea de vacunarse para prevenir la Covid-19. Los mayores índices de rechazo a la vacuna se dan entre las personas de 25 a 34 años (34%) y evangélicos (36%).
La actitud del presidente generó debate nacional y sólo puede ser entendida desde el punto de vista político. Su rivalidad con el gobernador del estado de San Pablo, João Doria, del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), uno de los que claramente piensa disputar las presidenciales de 2022, sería la principal razón por la cual Bolsonaro estaría iniciando una campaña en contra de la vacuna para prevenir la Covid-19. Una de las vacunas que se está testeando en Brasil es la china Sinovac, que se alió al gobierno paulista para que los testeos clínicos sean coordinados por el reconocido Instituto Butantã. Doria prometió el inicio de la vacunación para fines de este año y la capacidad de producción del Butantã es superior a la de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), donde se realizan las pruebas de la vacuna del laboratorio AstraZeneca, en alianza con la Universidad de Oxford y el gobierno nacional brasileño.}
Fuente: La Nación