Serena, silenciosa y reflexiva. Viña Machado, la modelo que desfiló para Chanel, Loewe, Ferragamo, Max Mara y Prada no siempre fue la imponente trigueña que hace ver su metro setenta y siete como si fueran tres.
Serena, silenciosa y reflexiva. Viña Machado dejó ver su lado más íntimo, el de una mujer que trabaja día a día por trascender y encarnar personajes reales y convincentes.
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Virginia María Machado llena cualquier espacio. No importa si es un café al norte de Bogotá, el asiento trasero de un taxi o un teatro vacío. Sus piernas inundan el lugar como jugando a ser río y su mirada, fuerte y versátil, se transforma a medida que la tarde avanza. Son las siete de la noche y la samaria, tras una hora de conversación, empieza a hablar de su vida. "Crecí en una familia muy numerosa, éramos muchos pero poquitos en una casa muy vieja en el centro de Santa Marta…", dice repasando ese instante en que no era ni la actriz, ni la supermodelo, sino Viña, la niña que se escapaba a la tienda La Meta para leer cuentos e historietas y andaba con cuaderno y lapicero bajo el brazo.
La modelo que desfiló para Chanel, Loewe, Ferragamo, Max Mara y Prada no siempre fue la imponente trigueña que hace ver su metro setenta y siete como si fueran tres. De pequeña, recuerda estar parada al lado de su hermana más blanca, de cabello liso color Coca-Cola y sentirse como la flaca medio desgarbada a quien su madre le decía que le iba a salir joroba por andar escondiéndose y a la que le "echaban tierrita" por no ser contendiente a un reinado. Desde ese momento Viña aprendió a burlarse de sí misma, a no dejar que ningún comentario le hiciera daño y nadie definiera lo que debía ser.
Con información de SOHO Colombia