El 99% de los autobuses completamente eléctricos (que no híbridos) del mundo están en China. Hablamos de una flota de 350.000 vehículos y creciendo. Son, ahora mismo, el 17% de la flota de buses de toda China, con algunas ciudades como la gigantesca Shenzhen, de 12 millones de personas, con un transporte público completamente acaparado por este tipo de vehículos.
Ahora, según un reciente análisis de Bloomberg, esto va a tener repercusiones claras en el mercado del petróleo: para finales de 2019 los buses eléctricos chinos van a erradicar una demanda de 270.000 barriles de petróleo diarios, y para 2040 estaremos hablando de 6.4 millones de barriles menos cada día. Si a día de hoy el mundo consume 99 millones de barriles diarios, estamos hablando de muchísimo ahorro sólo gracias a un escaso porcentaje del transporte de China.
¿Y por qué es tan alta la repercusión de los buses? Lógicamente por su consumo energético. Un bus no muy viejo que vaya por ciudad y haya multitud de paradas consume en torno a los 47L/100Km, cuando un coche ronda los cinco. Es decir, que en el momento en que el bus transporte de media a 10 pasajeros por trayecto, ya está siendo más eficiente.
Aun así, aunque los buses ocupan solo el 0.5% de la flota total de vehículos motorizados de la ciudad, causan el 20% del total de la contaminación. Por eso no extraña que, según un estudio elaborado por Bloomerg New Energy Finance, en los cuatro años en que empezaron a sustituir sus buses de gasoil por eléctricos, 29 ciudades chinas lograron reducir la concentración de partículas contaminantes en un 32%. Recordemos, a día de hoy los coches eléctricos contaminan menos que los tradicionales incluso cuando su electricidad proviene del carbón.
También es lógico que China haya querido empezar por los buses y las grandes ciudades. Transportan a mucha gente, no hacen demasiados kilómetros y tienen horarios fijos, con lo que las ciudades tienen fácil planificar cuándo se conectarán a la recarga y no necesitarán de tantos puntos como el transporte privado.
Aunque como nos cuentan compañeros que han viajado a Pekín, también es raro a día de hoy encontrar motos de combustión, siendo casi todas eléctricas. El país está empeñado en convertirse en la superpotencia de los vehículos sostenibles.
Cambio energético. ¿Cambio político?
Los afectados serán Estados Unidos, actualmente el mayor productor de petróleo del mundo, y Arabia Saudí y Rusia, los principales exportadores. Puede que Estados Unidos consiga paliar parte del golpe gracias al consumo interno, pero sigue sin ser un buen mensaje para su economía, que en la batalla energética petróleo-eléctrica se ha ido posicionando más cerca del viejo sistema.
Lo cual nos lleva al segundo punto: para crear cambios en la organización social y económica tan brutales como estos, China tiene una ventaja con respecto a otros países de su entorno. Como denunciaron, o más bien señalaron medios tan poco sospechosos como The Economist, una economía intervenida como la del país asiático ha llevado al país al crecimiento que le hemos visto en las últimas décadas.
Al poder potenciar sus propias industrias clave, al tener más libertad a la hora de asignar recursos que otros países, distintos sectores han ganado ventajas competitivas, mejorando sus exportaciones. Además, al valerse de políticas monetarias y fiscales anticíclicas, han podido proporcionar el capital necesario para esos momentos en los que el crecimiento y la inversión se desploma.
Es decir, China y su enorme poder demográfico y económico, no han jugado exactamente con las mismas reglas que el resto de países. Sus ciudadanos no tienen el mismo poder de participación ni libertades individuales que otras primeras potencias del mundo. Pero a cambio sus políticos y empresarios no se ven tan coartados para tomar decisiones difíciles como son cambiar todo el sistema energético de la nación.