En un año prácticamente se triplicaron los ataques. Para un sociólogo, 'mostrarse xenófobo no es más un tabú'. Julio Algañaraz
Desde que los populistas gobiernan Italia, hace más de ocho meses, la epidemia nefasta del racismo se extiende como una mancha de aceite en Italia. De los 46 casos violentos de 2017, se ha llegado a 126. Un escritor europeo reflexionó una vez que “Hitler había conquistado el inconsciente colectivo de los alemanes”. En otra dimensión, parece estar ocurriendo lo mismo en la Italia de hoy. Un sociólogo italiano señala que “mostrarse xenófobo no es más un tabú”.
Un maestro acaba de ser suspendido por poner a dos chicos negros en la escuela a mirar la pared, y decirle a los otros alumnos “miren que feos que son”. Hasta no hace mucho, esto era inconcebible, pero el aumento de la inmigración clandestina que llega por el Mediterránea ha envenenado el alma de muchos italianos. Ser extranjero, mucho peor si es negro, aunque se trate de un residente regular, fastidia. Menos mal que millones de italianos sufren este deterioro. Pero son una minoría.
Las historias se suceden en los casos más graves, pero que adolescentes napolitanos se dediquen a pegarle a chicos como ellos, a los cuales se les nota en el rostro que vienen de afuera, son cosas de todos los días. En las escuelas, el nivel de agresiones verbales, los empujones, las trompadas, no son raras.
Matteo Salvini, actual vice Primer Ministro y ministro del Interior de Italia, es una referencia para los grupos neofascistas italianos. / REUTER
Todos recuerdan el caso de Sacko Soumaila, un peón agrícola con los papeles en orden, enrolado en el sindicato de base USB, de izquierda, casado y padre de una hija de cinco años. Llegó desde Mali para trabajar en los campos calabreses, por solo por tres euros la hora. El 3 de junio del año pasado fue asesinado a escopetazos. Hubo escándalo, rabia y movilización. El culpable fue apresado. Pero la situación no cambió un milímetro.
Nápoles se ha convertido en un infierno particular. Un joven argelino que protestó porque un auto casi lo había atropellado mientras caminaba por las sendas para peatones, fue acuchillado por tres adolescentes.
La asociación Lunaria, que documenta el fenómeno, destaca que en los últimos doce meses, si a los hechos más violentos se suman las ofensas, discriminaciones y daños contra la propiedad denunciados, se llega a 626 casos.
“Estamos en una emergencia que se agravada día a día”, dice Grazia Naletto, de Lunaria.
Un grupo de manifestantes de extrema derecha protesta cerca del Senado italiano, en Roma. / AP
Los grupos neofascistas, que tienen como ídolo de referencia al líder de La Liga, el político de extrema derecha Matteo Salvini, hombre fuerte del régimen populista, están cada vez más activos. Se sienten protegidos. El más grande, Casa Pound, (así llamado en homenaje al gran poeta fascista norteamericano Ezra Pound, condenado después de la Segunda Guerra Mundial) tiene su sede central en un edificio ocupado en Roma. La intendenta Virginia Raggi los quiere desalojar. Hasta hay una sentencia.
Pero no se puede. El vice Primer Ministro y ministro del Interior Matteo Salvini, dijo que el edifico esta “limpio” y bien mantenido. Salvini es el que tiene que ordenar a la fuerza pública el desalojo. Nada que hacer. Mientras tanto, la máquina de desalojar edificios ocupados por migrantes pobres que quedan en la calle funciona sin problemas. Salvini promete liberar a los italianos de los clandestinos, pero también ser mucho más riguroso con los permisos de estadía y el tratamiento a los intrusos.
Cuenta con el apoyo entusiasta de millones de italianos. Su base son las clases medias empobrecidas y los que están abajo, los que se sentían abandonadas por los políticos, como ocurrió en Gran Bretaña y otros países europeos, pero también por el apoyo que conquistó en 2016 Donald Trump para ser electo presidente de EE.UU..
Un inmigrantes la ciudad italiana de Rosarno sostiene un cartel que dice "Por qué el racismo". / REUTER
Los sondeos revelan la marcha inexorable hacia la conquista del poder de Matteo Salvini, que contaría ya con el 36% del voto. En las elecciones europeas de mayo, su predominio frente al otro partido populista, el Movimiento 5 Estrellas, quedaría consagrado. Para muchos, a partir de allí se iniciaría un proceso que concluiría en elecciones anticipadas, un triunfo resonante de Salvini en los futuros comicios italianos, y su ascenso a la cumbre como jefe del gobierno.
El sociólogo italiano Marzio Barbagli cree que la xenofobia crece, y que “antes la mayoría de nuestros ciudadanos tenían mayor autocontrol”. Con Salvini el clima ha cambiado, para peor. Ahora se escucha con frecuencia decir “los italianos primero”, y se ven miradas desconfiadas al extranjero residente, aunque sea blanco.
Fuente: Clarín